domingo, 5 de octubre de 2014

MIS VIDEOJUEGOS*


        
        La primera vez que tuve contacto con un videojuego fue cuando fuimos a Brasil y a mis hermanos les compraron un Atari. Yo no sé si me acuerdo del momento de la compra, pero del viaje en sí, además del mar, de una vez que se largó a llover muchísimo y lo mismo nos quedamos en el agua porque era calentita, los choclos con sal que vendían en los puestos de la playa, una remerita de un verde muy intenso con botones blancos en las mangas o en el pecho y una foto parada en una especie de plaza con banderas en mástiles altos con pose de mano en la cintura y piernita para el costado, el pelo en media colita peinada toda para atrás, tengo una imagen de estar en la habitación del hotel, yo tendría cinco años, con una revista de historietas de los sobrinos de Donald (Huguinho, Zezinho e Luisinho) y la sensación de que estaba todo escrito en otro idioma, aunque supongo que todavía no sabría leer y que, evidentemente ahora, el idioma era el portugués. También me acuerdo de unos muñecos articulados que venían en un bicicleta doble que le habían comprado a mi hermana. Eran una pareja de hombre y mujer y tenían un bebé que se lo podías poner en la espalda dentro de una especie de mochila para que lo llevaran en sus viajes en bici. No me acuerdo del Atari mientras estábamos en Brasil, sino después, cuando llegamos a la casa y mis hermanos jugaban. Tampoco sé cómo sabía que lo habían comprado en Brasil. Alguien lo habrá dicho. Pero era como un hecho indiscutido. Tenían dos juegos para el Atari: el “Galaxy” (el ahora clásico de matar los bichos que estaban en el cielo con una nave que les disparaba rayos) y el juego de “E.T.”. Al juego de “E.T.” nunca lo entendí. Me acuerdo que cuando empezaba, E.T. se caía a un pozo y nunca más supe lo que había que hacer, a pesar de apretar muchas veces el botón rojo y mover para todos lados la palanca del joystick.
Bueno, después de eso, cuando tenía ocho o nueve, a mi primo de Salta le compraron un Family Game. (Sería como una versión medio argentina o china de la Nintendo o de un rejunte de distintas marcas de consolas, supongo ahora, con los juegos pirateados o algo así). El primer juego del que me acuerdo era el “Circus” (el del payasito que estaba en un circo y tenía que ir superando diferentes pruebas mortales, tenías que hacerlo saltar de pelota en pelota sin que se cayera y después había un león que lo tenías que hacer saltar y traspasar aros de fuego que venían sin parar, y un monito que no me acuerdo bien qué era lo que hacía, creo que se metía por el medio en algunos momentos para crear mayor dificultad y así). Mi primo Pablo era MUY BUENO jugando al “Circus”. A veces venían a la casa de su abuela en Monterrico y lo traían y jugábamos ahí. Hasta que a mí me regalaron uno para el día del niño y fue lo más. Sí: MI PROPIO FAMILY venía con un cassette que traía un compilado de varios juegos, como más de cien. Mi hermano más grande también se enganchaba mucho y en las primeras épocas en el ranking de los preferidos venía primero el Súper Mario (for ever and ever), y después el “Pinball”. Yo le hacía frente bastante bien a mi hermano. Ahí empezó mi amor por Mario. Después de un par de años de jugarlo y jugarlo y jugarlo (era dificilísimo pasar el castillo final, sobre todo porque no podías guardar las etapas, siempre llegabas chiquitito y con escasas vidas, y si perdías tenías que empezar todo de nuevo; o al menos todo el Mundo 8 de nuevo), un día, estaba en el dormitorio de mi hermana que era la única que tenía tele para ella sola y por lo tanto el Family estaba conectado ahí, y tratando de sobrellevar la histeria y el estresssss más increíbles del Universo, después de pasar la etapa 1 del Mundo 8, la etapa 2 del Mundo 8, la etapa 3 del Mundo 8 (en la que salían los hijos de puta de los koopas que caminan en dos patas y te tiran martillos desde lo alto y te hacen perder) y el castillo final, ¡¡¡¡¡LO-PA-SÉ!!!!! ¡¡¡¡¡NO LO PODÍA CREER!!!!! ¡¡¡¡¡NO LO PODÍA CREER!!!!! Seguramente habrá muchos que pasaron el Mario en mucho menos tiempo que yo, ¡¡¡¡¡pero también MUCHOS MÁS, POR LEJOS, MUCHÍÍÍÍÍÍSIMOS MÁS, QUE NUNCA NUNCA NUNCA JAMÁS PUDIERON VER DE FRENTE LA CARA DE BOWSER Y ASISTIR A SU DESTRUCCIÓN EN PANTALLA Y QUE VENGA LA PRINCESA Y LE DÉ A TU MARIO UN BESO EN LA MEJILLA!!!!! (Bueno, medio poca cosa después de tanto sufrimiento, ¿pero qué más se podía esperar de una princesa rubia con vestidito rosado?). Inmediatamente, SIN APAGAR EL JUEGO Y CON LA PANTALLA FINAL A PLENO BRILLANDO EN EL TELEVISOR, salí corriendo a buscar a mi hermano, con la alegría contenida en el pecho (nunca fui de ponerme a gritar, aclaro), no estaba en la casa, no estaba en ningún lado, salí a buscarlo en la finca, nadie sabía dónde estaba, era inminente la necesidad de mostrarle la pantalla con MARIO VICTORIOSO SALTANDO, lo encontré en el escritorio, creo. ¡¡¡¡No sé, no sé cómo se lo habré dicho, lo hice venir a la casa, no me acuerdo más, se me borra todo lo que pasó después de la emoción inabarcable que tenía!!!! (Obviamente ni mi hermano ni nadie que yo conociera en persona hasta ese momento había podido pasar la final del Mario). No quería apagar el tele. Sabía que era un momento indiscutiblemente único, no sabía si alguna vez volvería siquiera a ver esa escena en ninguna pantalla nunca más en la vida y en el mundo.  
Con los días me fui calmando, y después Alejo me prestó en el colegio su juego de “Los Picapiedras”. También estaba genial (pero no era el Mario, eso está claro). El cassette no tenía la carcasa, sólo la parte de adentro, que era como una placa de metal llena de cositos pequeños que pinchaban y a mí me daba miedo de que me diera la corriente. A veces lo tenías que sacar y volverlo a poner para que la consola lo agarrara. También era tipo de aventuras como el Super Mario. Hasta que otro día me prestó el SUPER MARIO 3 recién salido del horno. ¡Estaba muuuuuy bueno! No lo pude pasar en esa época, y un día se lo tuve que devolver. Pero el relato sobre el Mario 3 queda pendiente, ojo.
Unos años después, ya en séptimo grado, en las compus del colegio estaba el “Prince of Persia”: ese también era buenísimo, pero tenías que acostumbrarte a manejar bien el muñequito porque si daba un paso de más se podía caer o quedar ensartado en los pinchos que salían del piso. Además era difícil jugarlo con el teclado de la compu, sin joystick (algo que después tampoco nunca pude hacer).
Esto hasta aquí fue durante la primaria y casi por el final de esta época llegó a los fichines de El Carmen el “Tetris”. Cuando estábamos en la plaza con los amiguines, concentrando ahí para ir a jugar a las Mini-Olimpiadas o algo, nos íbamos a los flamantes jueguitos que habían puesto en el almacén del lado del cine de la esquina y alternábamos entre el tejo, el “Tetris” y poner “Desesperada” de Marta Sánchez, “Piel Morena” de Thalía y “Mariposa Tecknicolor” de Fito en la especie de rockola también flamante que habían puesto en las instalaciones. Bueno, no todo eran los jueguitos, también patinábamos en la plaza o en el Sport y nos presumíamos con los chicos del momento. Todo eso está documentado en mi diario, por suerte. (Pero eso no se lo muestro a nadie porque hay ahí por ejemplo rankings de los chicos que me gustaban del uno al diez CON NOMBRE,  APELLIDO Y TELÉFONO, y aunque ya crecieron igual me sigue dando vergüenza que lo sepan, aunque ya lo sabrían.  (Siempre se saben estas cosas)).
Un par de años después, cuando tenía quince, me puse de novia re en serio y los hermanos más chicos de mi novio tenían una Super Nintendo con el cassette de “Super Mario All Stars”, que traía todos los Mario que habían salido hasta el momento: el Super Mario Bros (con dos versiones más, un poco modificadas (“secuelas”, si nos ponemos en vocabulario técnico)), el Super Mario 2 (el más raro de todos), el Super Mario 3 (mi asunto pendiente) y el Super Mario World (que era IM-PRE-SIO-NAN-TE). Me acuerdo que la primera vez que vi el Super Mario World en la pantalla del tele fue una vez que me habían invitado a almorzar y sus hermanos, todavía con el uniforme del colegio puesto, jugaban sentados en el piso. ¡Las monedas flotaban en el aire dando vueltas sobre su propio eje! Era como re moderno. Tenía millones de secretos, mundos, lugares ocultos, inacabables trucos por descubrir y el caballito Joshi, que en realidad era un dinosaurio-caballito, amigo de Mario. En la segunda parte del mapa, arriba de todo había un mundo oculto, al que mi cuñado más chiquito llamaba la “Top Secretaria”, que después me di cuenta de que era la “Top Secret Area”, y en donde podías juntar hongos de crecimiento, flores para lanzar bolas de fuego, plumas que te dan un traje con capita con el que tomando mucho impulso podés volar, caballitos Joshi y honguitos de vidas extras. Todos los que quisieras. Una vez que descubrías la “Top Secret Area” no te paraba nadie, salvo Bowser en el último castillo, claramente. Y además lo genial era que te iba guardando etapa por etapa, mundo por mundo, todo lo que hubieras superado. Por esta época alternaba entre ir al colegio, sufrir por estar de novia en una relación enfermiza y a distancia, ir a Inglés y juntarme con mis amigas en El Carmen los fines de semana.
Al año siguiente, les compraron la Play Station recién inventada a los hermanitos y nosotros les compramos a ellos la consola de Super Nintendo a $60 con obviamente el cassette de los Mario, el Mario Kart, y algunos otros que no me gustaban mucho porque eran de varón: uno de aviación, otro de carreras de autos, el de “Lethal Weapon” con Mel Gibson muñequito básico y así, y la teníamos en mi casa. Ahí me puse al día con todos los Mario, pero todavía no lograba llegar a la final del Mario 3 ni del Super Mario World. Eso vino después. El Super Mario 2 era tan raro que aún no lograba captar del todo mi interés. Y al Mario clásico, después de varios años de haberlo jugado tanto cuando era más chica, no lo volví a agarrar por entonces.
       Después, cuando ya iba a la facultad, otro novio tenía la Nintendo 64, pero las veces que intentaba jugar al Mario nuevo en su casa nunca podía hacer que Mario caminara derechito; era mucho más sensible a cualquier minimovimiento que pudieras llegar a hacer. Igual estoy segura de que si la consola hubiera sido mía y lo hubiera intentado más seguido, otro sería este cantar. (Y no quiero hablar más del Mario 64 porque me genera sentimiento de frustración. Pasemos a otra pregunta).

                                     -No podés estar tan deprimida.
                                           -No estoy deprimida.
                                          -Estás todo el día encerrada jugando a los jueguitos.
                                         -Eso no significa que esté deprimida.
                                         -¿Por qué no escribís?
                                         -¿Y qué querés que escriba?

Aquí vienen los años de angustia y depresión. Los ideales para pasar todos los Mario juntos hasta el final, incluso tomarle gusto al Super Mario 2. Uno de esos fines de semana de la etapa depresiva, en que me había ido un domingo a El Carmen, abrí el armario de mis juguetes y le saqué el polvo a la consola de Super Nintendo. Todo esto con una luz cenital blanca que me ilumina sólo a mí, con la Super Nintendo entre las manos, mientras todo alrededor es penumbra y decadencia. Volví a Jujuy, conecté la consola en mi tele y no paré más hasta ver todos los créditos finales de todos los Mario en la pantalla. Por supuesto, esto me llevó varios meses, no fue todo de una. Tenía que volver a ponerme en forma. Pero así pasé el Super Mario Bros (al que yo llamo “Mario 1”) en sus distintas versiones, el Mario 2 (jugando preferentemente con la princesa, porque el vestido te hacía un efecto paracaídas en las caídas libres y podías regularla para caer más lento y, en última instancia, salvarte), el Mario 3 (con traje de rana, sin traje de rana, con la botita para pisar las plantas carnívoras sin que te coman, sin la botita para pisar las plantas carnívoras tratando de que no te coman) y el Súper Mario World, todos con todas las alternativas de salida posible (llegando a la etapa final con trucos de atajos y rutas secretas; volviéndolos a jugar y pasándolos a conciencia mundo por mundo, etc.). Cuando ya los tenía a todos dominadísimos, hacía cosas como por ejemplo recurrir a la alta tecnología de Internet (que ahora sí existía y plenamente desarrollada) y ponerme a buscar en las guías Nintendo para ver si no me había quedado algún secreto en el tintero; incluso buscaba en lugares tipo foros extraoficiales de Mario donde te ponían algún truco clandestino que no venía en las guías; cuando me enteraba de que había alguno que se me había pasado, por mínimo y prescindible que fuera, volvía a jugar todo el juego de nuevo hasta llegar a ese mundo y hacer el truco, y cosas así. No voy a pormenorizar los detalles de las pantallas finales Mario por Mario porque sería largo, aunque ganas no me faltan, pero por ejemplo, después de ganarle a Bowser en el Super Mario World, me enteré de datos increíblemente relevantes que aparecen en los créditos finales y a los que pocos elegidos han tenido la oportunidad de asistir, como que el Director General del juego se llama Takashi Tezuka; el Director de Mapa, Hidequi Konno; el Director de Área, Katsuya Eguchi; y el Director de Programa, Toshio Iwawaki; y así un montón de gente japonesa más que está detrás de todo esto. Además del deleite de ver aparecer el reparto de absolutamente todos los personajes, bueno por bueno y malo por malo, con sus respectivos nombres.
Por último, quiero agregar que cuando agoté todas las instancias de todos los Mario que tenía, lo llamé por teléfono a mi segundo ex novio, unos diez años después, para preguntarle si me vendía su Nintendo 64. La respuesta fue negativa porque se la había regalado hacía un tiempo al hijito de “una compañera de trabajo” (no quise indagar en mayores detalles), pero que tenía la Playstation 2 archivada porque se había comprado el último modelo de consola de Play que había salido. Me la trajo en un estado impecable, con varios juegos, y me incluyó, además, la guitarrita del “Guitar Heroe”. Un maestro.
Tengo anécdotas masomenos recientes vinculadas al “Guitar Heroe,” a la pista de “Smoke on the water” de Deep Purple jugada en nivel de dificultad “medio”, en la que está implicada más gente en modo “duelo”, pero que no serán develadas aquí, ni soñando (oooh).
           Así que esta ha sido la breve relación de mi vínculo con los videojuegos (“los vicios”, como les decían los varones en aquellas dulces épocas) y el que tenga una Nintendo 64 viejita con el Mario 64 para vender, ya sabe: escucho ofertas. 


*[Publicado en Revista Cultural Intravenosa - Año 8 - N° 14 - Diciembre 2013 - Jujuy - Argentina].
http://issuu.com/revistaintravenosa/docs/intravenosa_14_web

4 comentarios:

Roberto Ö. dijo...

Ufff Meli, que buenos recuerdos! aunque en mi caso no llegaron a esos extremos jejeje. Igual, la vida luego se reduce a saltar por encima de los koopas, romperte el lomo para nada (o para encontrarte con una princesa bidimensional que es casi lo mismo) Abrazo y felicidades por volver al mundo del blog!

M. dijo...

Qué lindo rememorar esto de que te llegue un comentario al blog. :-)
Lindo mundo éste. Menos irreal que el resto de las posibilidades virtuales.
Abrazo, Beto.


Diego Rivera dijo...

Lindo recuerdo que me hace recordar mis recuerdos de aquella etapa, y la empatía, la empatía en el momento de desempolvar cosas viejas para darle entendimiento a las cosas del ahora. Saludos, y a seguir rescatando princesas simbólicas.

Anónimo dijo...

Hola, tal vez lo sabés pero hay un emulador del nintendo 64 para la compu, se llama (creo) projet 64